El gran apagón: cuando la sociedad se quedó sin luz... y sin cabeza.
Ayer, 28 de abril de 2025 no solo se fue la luz en España.
Se fue la poca sensatez que nos quedaba.
Calles llenas de gente deambulando, buscando cobertura como zombies del siglo XXI.
Personas corriendo de un lado a otro con el móvil en alto, intentando cazar una ráfaga de señal como quien persigue mariposas en un huracán.
Nadie sabía nada. Nadie podía confirmar nada.
Por un momento, volvimos a las calles. Volvimos a mirarnos a los ojos, a hablar en persona, a preguntar cómo estábamos.
Un retroceso brutal al mundo real, sin filtros, sin notificaciones, sin pantallas.
Yo, por mi parte, decidí no obsesionarme.
No miré la bolsa en todo el día; y eso que vivo de esto.
Solo en momentos puntuales, cuando conseguía una pequeña ventana de conexión, pude contactar con vosotros, mi comunidad en X.
Era curioso: mientras todo se tambaleaba, únicamente ese pequeño vínculo digital nos mantenía unidos.
La verdad es que la sociedad actual está más expuesta que nunca.
Y cuando todo se oscurece, lo que más miedo da no es la falta de electricidad: es la desinformación.
La desinformación puede ser el arma más letal del siglo XXI.
Cuando nadie sabe nada, el miedo lo ocupa todo.
¿Motivos del apagón? Quién sabe. Tal vez fue un ciberataque. Tal vez no.
Pero si fue, dudo mucho que nos lo digan.
En mi ciudad, por primera vez en mi vida, dormí sin una sola luz encendida en las calles. Oscuridad total. Algo que jamás había vivido.
Y sí, deberían exigirse responsabilidades. Porque esto no fue un "problemilla técnico" de media hora. Esto fue un golpe a nuestro sistema de vida.
En ciertos momentos del día el caos era palpable.
Yo decidí ser práctico: fui al supermercado cuando aún había calma. Compré agua y comida para unos días, lo justo para resistir si la cosa se ponía fea.
Afortunadamente, el centro comercial tenía generadores funcionando. Todo estaba tranquilo... por ahora.
Horas más tarde pasé de nuevo por allí. Era otro mundo. Abarrotado.
Gente corriendo y comprando por los últimos productos vitales que quedaban en las estanterías.
Parecía la bolsa de Nueva York en pleno crac del 29. Todos histéricos, todos tarde.
Todos actuando al mismo tiempo, sin pensar.
¿Moraleja? En momentos de crisis, el que se adelanta sobrevive.
El que espera a "ver qué pasa" acaba corriendo, sudando, y llevándose lo que sobra.
La última gran lección del apagón es clara: no hay red más fuerte que tu propia capacidad de anticiparte. No hay refugio más seguro que actuar antes que la manada.
Y si en la bolsa de valores pasa igual, ¿por qué la vida iba a ser diferente?
Se despide un servidor.
Juan.